El mar de perfiles en las Redes
Sociales con la bandera de Francia, las frases solidarias dichas con
la mejor de las intenciones por cientos de miles de personas, los
#PrayForParis los #TodosSomosParís... todo eso me da pena, porque
más que solidaridad, lo que veo es miedo.
Hay un runrún continuo de atentados
digamos “fuera del mundo occidental” del que apenas se hacen eco
nuestros medios de comunicación, que no nos estremecen ni nos
indignan tanto porque nos parece que están lejos de nosotros
(física, económica y culturalmente) y que esa sangre no nos
salpica. Sin embargo sentimos que la de París sí nos mancha, con
las muertes de París nos imaginamos que ese horror pasa en la puerta
de nuestra casa. Error: todo es la puerta de nuestra casa, lo que
pasa en oriente próximo, las injusticias y la violencia que llevan
años azotando esas tierras no se quedan allí, son como la peste no
entiende de fronteras. Y precisamente los atentados de este último
viernes trece son la prueba del contagio. En el siglo XXI las
fronteras no nos protegen de la violencia.
El caso es que cuando vemos esas
muertes y sentimos que están cerca (aunque insisto, en este mundo
siempre están cerca), imaginamos que la próxima vez puede pasar en
nuestra ciudad. Y para los que no tienen mucha imaginación está el
circo de los medios de comunicación, con sus tertulias, análisis y
entrevistas y mensajes apocalípticos que amplifican aún más el
miedo. Todo esto me entristece, sobre todo, porque estamos haciendo
justo lo que esos terroristas quieren que hagamos: morirnos de miedo
y difundirlo a nuestro alrededor. Es muchísimo más probable perder
la vida en un accidente de tráfico que en una matanza terrorista,
pero esos asesinos nos meten el miedo en el cuerpo. Pero ahí no
acaba la cosa: algunos sacan su asqueroso discurso político sobre el
“ellos y nosotros”. Pero “ellos” no son solo los terroristas,
no... son los refugiados, son los musulmanes, son los inmigrantes que
viven entre nosotros... son “los otros”. Tan viejo como el
hombre: “Ellos son los malos y nosotros, los buenos”. Y ya están
sacando tajada política y económica, unos y otros de esta matanza
sin ningún pudor. Los poderosos y los que luchan por el poder
utilizando la muerte y nuestros sentimientos. Envolviéndose en
banderas, haciendo discursos hipócritas y vacíos para que todo siga
como está. Todos somos París, todos somos Líbano, todos somos
todos. No hay ellos y nosotros, hay todos, la inmensa mayoría de
gente que lo que quiere es vivir en paz. Ser conscientes de que somos
prácticamente todos, de distintos países y creencias, los que
estamos unidos contra estos buitres nos ayudaría a no tener miedo. Y
cuando digo buitres, por si no ha quedado claro, me refiero a los
terroristas y también a los señores de la guerra, que utilizan la
muerte y el miedo para sus fines políticos y económicos. Porque el
enemigo más terrible, el que puede convertir nuestro mundo en un
infierno, no es el terrorismo, es el miedo. Es el miedo, el que puede
hacer de esta Europa (ejemplo de genocidios y guerras) un gran
campo de concentración donde la seguridad prevalezca sobre la
libertad. Pero si no tenemos miedo, acabaremos borrando del mapa a
estos terroristas. Seguro.
Dentro de poco volverán a actuar.
Espero que la próxima masacre terrorista, suceda donde suceda, sea
repudiada por todos los que se han manifestado contra los terribles
asesinatos de París. Que si sucede en Líbano, allí sientan que
estamos con ellos, como hoy estamos con Francia.
Porque todos somos todos.
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